9 de octubre de 2011

Lee conmigo: Llaman a la puerta

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Compartir y Ser Generosos

Si te fijas, muchas personas tienen más cosas de las que necesitan para estar bien. A pesar de lo que parece no son tantos los objetos realmente indispensables. Con seguridad en tu mesa hay una naranja, o una pieza de pan extra, que podría alegrar a muchos niños. Hay quien tiene la costumbre de acumular más y más objetos sin compartirlos con los demás. Esa es una persona mezquina. Tal actitud está acompañada siempre de egoísmo, o falta de disposición para ayudar a los otros en aspectos importantes de su vida. Quienes no saben compartir llevan una existencia solitaria y aislada y se pierden uno de los mayores placeres: observar cómo disfrutan los demás el esfuerzo que se hizo por amor a ellos. No hay mayor alegría que la de una madre cuando ve que la familia saborea el platillo que ella preparó con cuidado y dedicación.

Viviendo el valor

El valor de la generosidad consiste en dar a los demás más allá de lo que nos corresponde por justicia u obligación. Implica la capacidad de salir de nosotros mismos y, por un acto de amor, enfocar las necesidades de los otros. Se expresa en diferentes dimensiones de la acción humana. En la dimensión material significa compartir nuestras pertenencias. En la dimensión espiritual consiste en poner nuestras capacidades y atributos al servicio de quienes nos rodean mediante una acción objetiva de ayuda.





Dar y recibir

El reparto de los bienes en el mundo no es uniforme. Unos tienen más y otros menos. Cada persona, además, cuenta con características diferentes y particulares. La generosidad nos permite buscar el equilibrio entre las pertenencias y las características para construir grupos humanos basados en un sentimiento de cariño. Si nosotros no tenemos la fuerza suficiente para cargar un mueble, una persona generosa puede ayudarnos a hacerlo.

Si dos niños que pasan por la calle no tienen ropa ni comida, nosotros podemos buscar algo en casa y, simplemente, dárselos. Si un amigo o miembro de nuestra familia se encuentra triste o enfermo podemos ofrecerle nuestro consuelo. Si no entendemos una clase, nuestro compañero de banca puede explicarnos… La lista no se acaba nunca. Ser generoso no es dar lo que nos sobra, sino dar lo mejor que tenemos, y también saber recibir lo mejor que tienen las otras personas.

Para la vida diaria


·Aprende a compartir todas tus cosas: quizás una prenda de ropa, algún libro o tu comida. Tu compañía y tu conversación pueden ser de gran ayuda para otra persona.

·Aprende a recibir. Cuando alguna persona que te aprecie te ofrezca algo que considera importante o valioso, acéptalo como muestra de ese cariño.

·No tengas demasiado apego a los objetos: pueden ir y venir. Es más importante cuidar a las personas y sus sentimientos que a las cosas. Por el camino de la generosidad.

·Ser generoso significa estar dispuesto a dar todo sin esperar algo a cambio. Aprende a dar de forma desinteresada.

·Ayuda a quien no tenga forma de recompensarte. Esa es la verdadera generosidad.

·Mucha gente piensa que la generosidad sólo se relaciona con el dinero. Aprende a cuidarlo pero nunca le des más valor que a las personas y sus sentimientos.


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